ISLANDIA TRIPLICA SU CRECIMIENTO.
La revuelta islandesa no ha causado otras víctimas que los políticos y los hombres de finanzas. No ha vertido ni una gota de sangre.
No ha sido tan llamativa como las de la Primavera Árabe.
Ni siquiera ha tenido presencia en los medios, pues éstos han pasado por encima de puntillas.
Sin embargo, ha conseguido sus objetivos de forma limpia y ejemplar. Hoy por hoy, su caso bien puede ser el camino ilustrativo de los indignados españoles, de los movimientos de Occupy Wall Street y de quienes exigen justicia social y justicia económica en todo el mundo.
En Septiembre de 2011, el programa respaldado por el FMI con un coste total de 2.100 millones de dólares fue proporcionando los mecanismos para que Islandia fuera encontrando las formas para recuperar la senda del crecimiento.
A diferencia de España, Grecia o Italia, que tiene en sus gobiernos a personas responsables de la criris, procedentes de Lehman Brothers o Goldman Sachs, Islandia consiguió acabar con un gobierno corrupto y parásito. Encerró a los responsables de la crisis financiera en la cárcel. Empezó a redactar una nueva Constitución hecha por ellos y para ellos. Y hoy, gracias a la movilización, será el país más próspero de un occidente sometido a una tenaz crisis de la deuda. Es la ciudadanía islandesa, cuya revuelta en 2008 fue silenciada en Europa por temor a que muchos tomaran nota. Pero lo lograron, gracias a la fuerza de toda una nación.
Los analistas aseveran que la economía islandesa sigue mostrando síntomas de desequilibrio. Y que la incertidumbre sigue presente en los mercados. Sin embargo, ha vuelto a generar empleo y la deuda pública ha ido disminuyendo de forma palpable. Este pequeño país del periférico ártico rechazó rescatar a los bancos. Los dejó caer y aplicó la justicia sobre quienes habían provocado ciertos descalabros y desmanes financieros
VER: POLÍTICA: Democracia real ¡YA! (1)
José Sobrado García