INFORMACIÓN DE “EL CONFIDENCIAL”
¿Por qué los guardias civiles que el sábado por la mañana tuvieron la mala suerte de cruzarse con un comando etarra en Capbreton no usaron sus teléfonos móviles para pedir ayuda? …….. “porque no se enteraron de que habían sido “mordidos” (descubiertos) por el comando hasta que no abandonaron la cafetería de Les Ecureuilles, donde habían entrado a desayunar”.
El drama añadido de Raúl y Fernando es que ni siquiera son operativos -es decir, su trabajo no consiste en hacer seguimientos-, sino técnicos, gente preparada, por ejemplo, para arreglar una cámara de vigilancia o instalar un baliza en un coche. Distribuidos por los pueblos de la zona, su trabajo incluía la localidad de Capbreton y, en particular, un centro comercial cuyo local emblemático es el supermercado Leclerc, lugares que suelen estar muy vigilados tanto por la gendarmería francesa como por la Guardia Civil, porque los etarras suelen aprovechar las aglomeraciones consiguientes para fijar en ellos sus citas o simplemente hacer sus compras.
¿Has visto hoy algo raro por aquí?
Eran las 9,15 de la mañana de un sábado cualquiera cuando Raúl y Fernando entraron en la cercana cafetería Les Ecureuilles para desayunar, como hacían a menudo. De acuerdo con las fuentes, se dirigen a la barra y empiezan a hablar en español con el camarero que les atiende, al que conocen de sobra, y con el que entablan una conversación banal que suele incluir frases al uso tal que “cómo va todo” y el tradicional “¿has visto hoy algo raro por aquí?”. Primer error: hablar en español. Porque no reparan que, en una mesa cercana, se encuentran sentados dos hombre y una mujer que, aunque no entienden la conversación completa, se sorprenden de oír hablar en español.
Obsesionados por la seguridad hasta la neurosis, a los etarras les alarma descubrir a dos hombres jóvenes charlando amistosamente con el camarero en español, y se alarman tanto que uno de ellos se acerca a la barra distraídamente y pone la oreja. Y lo que escucha parece confirmar sus sospechas. El etarra vuelve a la mesa, cuenta lo que ha oído y el comando concluye que los dos hombres apoyados en la barra son txakurras, apelativo que los terroristas utilizan para designar a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
En contra de la versión ofrecida por el Ministerio del Interior español, los etarras abandonan la cafetería antes que los miembros de la Guardia Civil. Lo sorprendente del caso es que no aprovechan para largarse, como habitualmente hubiera hecho cualquier etarra nada más olfatear el peligro de ser descubierto, sino que deciden esperar a que salgan los dos miembros de la Benemérita, quienes, por toda sospecha, se han limitado a preguntar al camarero –así lo ha manifestado el propio interesado- si conocía a los tres jóvenes que estaban sentados en la cercana mesa: “No, es la primera vez que vienen por aquí”.
Tremendo error, porque Raúl o Fernando, cualquiera de ellos, podía haber acudido a los servicios y haber llamado pidiendo refuerzos a compañeros de la Benemérita o a los agentes del Renseignements Généraux –servicios de información franceses-, con los que compartían servicio. Incluso podían haber utilizado el móvil desde la misma barra donde habían tomado café. El caso es que, cuando abandonan la cafetería, el comando les sorprende por detrás con una letanía de violentas imprecaciones: “vosotros sois txakurras, os vamos a matar, cabrones...”
Un coche de la policía francesa
Siempre de acuerdo con las fuentes, “los dos Guardias Civiles callan, agachan la cabeza porque no van armados –no pueden portar armas en Francia- y, rehuyendo la bronca, se dirigen rápidamente hacia su coche, un vehículo de matrícula francesa –un detalle adicional que lleva a los terroristas a la certeza de que se han topado con dos Guardias Civiles de servicio, usando un coche facilitado por el Ministerio del Interior galo- aparcado a escasos metros de la entrada de la cafetería.
Los etarras les siguen y cuando los dos jóvenes se disponen a introducirse en el vehículo son tiroteados casi a quemarropa y por detrás, con absoluta vileza y sangre fría.
Inmediatamente huyen en un Volkswagen Golf de color gris, matrícula falsa, que les estaba esperando con la etarra al volante.
“Lo que demuestra que todo ha sido un cúmulo de terribles casualidades”, sostienen las fuentes, “es que los terroristas no sabían hacia donde tirar y han tenido que consultar con la dueña del coche, su propia rehén, para aclararse sobre las carreteras de la zona. Una macabra casualidad. El caso es que los pobres chavales no han llegado a usar su teléfono móvil porque no se han enterado de nada hasta que, a la salida de la cafetería, los asesinos les han abordado, y aún es posible que hayan pensado que se trataba de un par de descerebrados radicales. Para la mentalidad etarra, lo ocurrido es una acción militar exitosa, una gran victoria”.
José Sobrado García
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